Yo quiero tu voz,
derramándose sobre mi
noche, tu voz
deslizándose entre los cabellos, esa voz,
tu pelo revuelto con el mío y el aliento
paladeándose con los dedos.
Tu voz,
no me miras,
yo no busco
tus ojos, apenas
puedo sostener la vertical con este vaivén,
este viaje de caderas, remolino, nacimiento de fuego,
desde el primer chakra
hasta la corona, atravesada
la garganta de ambos
colmada de una celebración que sólo atino a estallar
en gritos, maldiciones...
bendito el tacto que une los centros.
Y tu puedes cantar,
yo no puedo creer en el caudal,
(tu voz)
me sostengo y me aferro
al talle,
no puedo creer en el caudal
de tu voz,
que apenas sujeto por el talle.
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