20/8/10

El placer es una liebre acorralada por perros de caza (en realidad es el aroma que de todo ello se desprende)

(…)

Desde el primer vistazo me resultó atractivo. Lo hallé muy cerca del cuerpo de otro chico, su pecho contra esa espalda, besándola, conteniendo sus espasmos con los brazos. Decidí no curiosear más, buscaba lo mismo y no quería perder tiempo. Además, no tolero a los expectantes, esclavos de su morbosidad, sujetos del anhelo.

A la vuelta de mis pasos lo hallé de nuevo, solo. Se detuvo ante mi cuerpo, acaso más ligero que el peso de su mirada. Mientras me desabrochaba el pantalón dijo: "esto no me lo pierdo", no pude evitar sentirme desconcertado. Pero esta impresión quedó rápidamente superada, me envolvió en su ímpetu de que yo tomara las riendas del encuentro, azuzándome con su voz, usando ciertas expresiones verbales, combustible para mí, feliz de sentirlo por dentro.

Se hicieron pausas, pero el contacto nunca cesó, me animaba a ocupar el rol que tan sólo unos minutos previos había dejado. Decidí acompañarlo hasta el final, y justo cuando mis fuerzas ya no daban para más, vino su orgasmo: al separarnos él se había transformado en una liebre acorralada por perros de caza, una criatura veloz, trémula.

Le pregunte que sentía en ese momento y me contestó: "me siento como si fuera el centro del mundo – señalaba con un dedo la parte baja de su vientre – como si no hubiera nadie más que yo". Luego recargó su frente contra la pared, los ojos cerrados, la mano izquierda rasgando el muro. Advertí en su rostro un gesto, no puedo recordar exactamente como era, un signo de consternación tal vez. Entonces me incorporé y con rapidez lo abracé, porque en ocasiones como esta es bueno que te abracen.

(...)

1 comentario:

La Pepa dijo...

http://twitter.com/pepalatora/status/21724971018